MITOS Y LEYENDAS

Mito: EN LA LAGUNA VERDE

La Laguna Verde es un lugar maravilloso que posee varios mitos, uno de ellos dice que esta laguna no tiene fondo, y que los indígenas arrojaron allí sus tesoros con la llegada de los españoles. También, se dice que hubo un intento de sacar tales tesoros, pero que las mismas aguas impidieron este saqueo. El encanto de esta laguna no sólo tiene que ver con sus fantásticas historias, sino que además posee otras maravillas que hacen que sea muy interesante visitarla.
Es así como se pueden encontrar rastros que cuentan la vida de nuestros indígenas, a través de piedras talladas y petroglificos verdaderamente hermosos.
También se puede encontrar en este sitio una magnífica vegetación de páramo, la cual se encuentra representada en sus rastrojos, matorrales y frailejones algunos de ellos con centenares de años. Se constituye entonces en un paisaje de formaciones vegetales que expresan predominio de especies vegetales nativas, evidenciando también la presencia de fauna nativa.

Leyenda: El personaje más relevante y recordado de Turmequé es el cacique Don Diego de Torres, quien sin recurrir a las armas ni a actos violentos, defendió con firmeza y energía a los indígenas de los abusos  de los representantes  de la Corona Española; la vida de este ilustre caballero mestizo fue una trágica epopeya, porque antes de lograr su objetivo de presentarse ante el rey a denunciar y reclamar por las injusticias de que eran objeto los nativos, tuvo que enfrentar  enormes retos, sufrimientos y dificultades. Don Diego se ejercitó en la equitación y en las cacerías de leones y venados, llegando a convertirse en excelente tirador de flecha y arcabuz y en el más diestro jinete de la comarca.
Diego de Torres, Cacique de Turmequé, utilizó su memorial de agravios para exponer ante el rey de España, el problema del maltrato a la población indígena acometido por los encomenderos del reino de la Nueva Granada; en tal documento quedó descrito en castellano el  exceso y el maltrato de que fueron víctimas los aborígenes, los escritos producidos por el Cacique de Turmequé, especialmente sus memoriales,  poseen características en las que se detecta la influencia de la memoria ancestral, particularmente derivada de la influencia de la cultura muisca.
Los aspectos que sobresalen en la vida de Don Diego de Torres son precisamente la defensa de los indios contra los desmanes de los encomenderos y en especial de corregidores y oidores de la Real Audiencia. Don Diego siempre estuvo en defensa de los indígenas, lo que hacía que estos le tuvieran aprecio por el respeto que él  mostraba, lo que le genero conflictos continuos con los españoles.
Don Diego de Torres fue un caudillo extraordinario de epopeya, en quien confluyeron las sangres de un conquistador y una cacica; fue un importante personaje y un noble jefe dentro de la gesta épica de los chibchas y presenció el comienzo del fin del indígena colombiano y el principio de una nueva raza y de una nueva cultura, la mestiza. Como hijo de un compañero de Don Gonzalo Jiménez de Quesada, recibió educación de gentil hombre. Como figura dinástica de la corte del Zaque, hablaba el chibcha, tenía amplias extensiones de tierra, poblaciones subordinadas y caudas de indios sumisos y fue señor absoluto de Turmequé. Como indio conoció las atrocidades y las injusticias de la Colonia y como español dispuso de vías de comunicación verbal que le permitieron redactar para el Rey testimonios de implacable elocuencia sobre el genocidio en las tierras conquistadas.
Don Diego de Torres y Moyachoque, fue un mestizo de alcurnia –hijo de noble español, Don Juan de Torres y de la Princesa Indígena Catalina Moyachoque, de la Encomienda de Turmequé, en la Provincia de Tunja-, descolló durante la mitad del Siglo XVI en el Nuevo Reino de Granada por su erguida actitud en defensa de la gente indígena a través de su desempeño como Cacique de Turmequé. Don Diego fue despojado y desconocido de su título hereditario de Cacique, y fue acusado de rebelión, y encarcelado y condenado a muerte por la Real Audiencia de España.

En aquella época, los caciques tenían un carácter semi-sagrado, siempre se adornaban con narigueras y orejeras de oro, se sentaban en un escabel,  y cuando salían, les llevaban en literas adornadas con planchas de oro y a su paso, los indios de su parcialidad esparcían flores. A esta categoría real, perteneció nuestro Cacique de Turmequé, el mestizo que visitó la Corte del rey Felipe II, para entregarle el más noble y notable memorial de la historia de Colombia, lo hizo en busca de la protección para una raza vencida que representaba a través de ese medio, a todos los indígenas de América, igualmente maltratados durante la Conquista.







No hay comentarios.:

Publicar un comentario